emprendedores

Una de las facetas mas interesantes y apasionantes en la vida de un ser humano es aquella en la que se aventura a salir del Status Quo, de la rutina, y de sus propios miedos para asumir con esperanza, fe, y energía, retos que lo llevaran seguramente a alcanzar niveles de preparación, formación, integridad, y éxito nunca pensados.

Si, hablo del emprendimiento, tarea tan encomiable como la de salir todos los días a la calle, con responsabilidad, y muchas veces sacrificio, a ganarse el llamado pan de cada día.

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Tarea inclusive tan admirable como la de asumir la responsabilidad de formar familia, la más natural y cotidiana manera de emprender asumiendo riesgos, responsabilidades, y que sin querer nos va llevando a ser más planificados, a aprender de nuestros errores, y por sobretodo a aprender las más dura pero importante de las lecciones: el saber levantarnos luego de una caída y seguir adelante con determinación y pasión.

Cualquier actividad de emprendimiento requiere, al menos, una buena dosis y balance de los siguientes elementos:

• Pasión.

• Auto-confianza.

• Responsabilidad.

• Disciplina.

• La Idea.

• Herramientas.

• El mentor.

Si no los tenemos, simplemente ¡debemos juntarlos! Mientras que tener una idea innovadora, contar con las herramientas necesarias y la guía oportuna de alguien con experiencia, pueden ser vitales para el éxito de un negocio, los 4 primeros elementos son críticos pero intrínsecos a cualquier ser humano y muchas veces solo requieren nuestra fuerza de voluntad y disposición.

Para ejemplo, cito un caso interesante del cual fui partícipe como oyente hace unos cuantos –muchos– años. No recuerdo el expositor, ni el evento, ni qué hacía yo allí pero definitivamente recuerdo que se hablaba de la motivación y la disposición como elementos que cambian y transforman.

El expositor nos pidió saludar a quien teníamos sentado al lado izquierdo y derecho como si fuera la primera vez que nos estuviésemos conociendo -en algunos casos así lo era-, para luego solicitarnos que repitiéramos el ejercicio, como si estas personas fueran amigos de la infancia que no veíamos desde hace mucho tiempo.

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Mientras que en el primer ejercicio no entendíamos muy bien por dónde iba la cosa, pero diligente y respetuosamente nos saludábamos, el escandalo en el auditórium fue abismal durante la segunda prueba.Luego de esperar un poco a que bajara la euforia de la sala, el expositor nos ayudó a identificar la gran diferencia entre ambos experimentos, más allá del evidente escándalo.

Sencillamente preguntó: “¿En cuál de los experimentos la sala se llenó de la mayor cantidad de energía?” a lo cual la respuesta al unísono era indicando el segundo escenario. La siguiente pregunta fue: “¿Qué condiciones fueron las que cambiaron entre la primera y segunda prueba?”, y la respuesta era evidente, lo único que había cambiado era que en la segunda prueba habíamos actuado voluntariamente y con toda disposición a saludarnos de manera efusiva.

Con esto quedaba demostrado que básicamente basta con tener voluntad y disposición para transmitir la energía necesaria capaz de generar cambios en nuestro entorno.

Cualquier emprendimiento requiere, sin duda, una gran dosis de pasión. La pasión es esa extra-energía que sólo algunas cosas, sueños, situaciones y personas son capaces de generar en nosotros, y en forma natural. Sólo las cosas que se hacen con pasión llevan la marca personal de quien las crea, y por tanto terminan siendo diferentes y únicas al resto.

Dicen que cada quien es bueno en lo que hace –cuando lo hace con pasión. Por ello, cuando el camino es largo, tal y como lo es el del emprendimiento, y hay que llenar el morral con provisiones, la pasión por lo que nos gusta hacer es definitivamente algo que hay que llevar a la mano y de vez en cuando reponer y renovar, cuando sea necesario, en alguna parada.

Cuando la tristeza invade, cuando el desgaste y el cansancio nos quieren hacer renunciar, o cuando sencillamente nuestro entorno -personas o condiciones- nos dibujan sólo escenarios negativos, la pasión por lograr nuestros sueños es siempre la mejor medicina. La pasión por lo que hacemos nos hace exitosos, y si decidimos ser emprendedores con verdadera pasión, seremos emprendedores exitosos.

Esos que sonríen y encuentran oportunidades más que obstáculos, esos que no sólo ven el vaso medio lleno sino que siempre buscan como llenarlo.

Por otro lado, muchos pensarán que es curioso hablar de caer -y levantarnos- cuando justamente lo que creemos es que sólo basta emoción, pasión y energía positiva para emprender una actividad o negocio.

Lamentablemente, nunca nos han educado para aprender de nuestras fallas y errores, ni mucho menos nos han preparado para lo más común y normal en la vida de cualquier persona: que las cosas no nos salgan como inicialmente lo teníamos pensado o, sencillamente, errar, fallar.

No hablo de fracasar, esa palabra tan negativa como otras tantas esta fuera del diccionario de cualquier emprendedor. Se puede fallar –y muchas veces– pero el fracaso, a diferencia, es algo que llevamos dentro y que sólo aparece cuando nuestro espíritu de lucha y pasión se han desvanecido.

Por ello, una vez más, una de las tareas más importantes antes de comenzar cualquier emprendimiento no es necesariamente tener un MBA o ser un profesional exitoso en lo que mejor sabemos hacer, sino saber que siempre existe la posibilidad de que algo salga mal y que, de suceder, es natural, y como tal debemos entonces estar preparados para levantarnos, aprender, y seguir adelante.Para disfrutar el éxito estamos mucho mejor preparados -a veces- ¿no?, pues entonces dediquemos un poco a fortalecer esas destrezas que serán necesarias en el largo camino y meter algunas dosis en nuestro morralito.En la escuela y en la Universidad se nos premia por sacar buenas notas y se nos castiga cuando no es así.

La creatividad de “pensar fuera de la caja y los esquemas” se nos va limitando y terminamos siendo excelentes profesionales pero a veces poco creativos y con miedo, mucho miedo, a no sacar una buena nota en todos los retos que nos trae la vida por delante.

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Es por ello que es tan importante no sólo vencer nuestros miedos a fallar cuando somos adultos, sino crear esa misma actitud de valentía en nuestros hijos.Esa valentía hay que alimentarla en nosotros todos los días, reforzar nuestra auto-confianza, y no es auto-convencernos –cual lavado cerebral- sino solo darnos cuenta que cada quien es único, diferente, y por tanto basta asumir esa oportunidad con pasión, determinación y responsabilidad.Observemos a los grandes empresarios exitosos en el mundo -desde quien tiene un negocito propio para mantenerse hasta quienes son dueños de grandes empresas- y encontraremos como elemento común, una interesante historia de caer y volver a levantarse.

Quien diga que ha llegado al éxito sin haber caído al menos una vez, sin haberse equivocado gravemente, sin haber metido la pata en algún instante critico, sencillamente esta mintiendo.No pensemos tampoco que tener miedo es indicativo de poca capacidad de emprendimiento, por el contrario, el miedo estará presente a lo largo del camino, pero es nuestra labor enfrentarlo con acciones concretas, vencerlo sin importar el tiempo que tome y seguir adelante.

A medida que vayamos avanzando seguirán apareciendo nuevos miedos -a mayores retos desconocidos mayores miedos-, pero a quienes les gusta la montaña rusa, saben que cada una es diferente y aunque no existe miedo, tal vez si existe la inquietud y emoción que puede traer lo desconocido.

Cada emprendedor, en su pequeño o monumental universo, es apasionado, grande, importante, exitoso, determinante, transpira auto-confianza a quienes le rodean y lo vive todo con mucho orgullo.La responsabilidad y la disciplina ponen un poco de orden en el proceso ya que no todo es pasión y locura desenfrenada con mucho amor propio, ¿no?; si no andaríamos simplemente como soñadores “del timbo al tambo”.

La responsabilidad es para con nosotros y los demás, ya que es parte del respeto básico de que, lo que hacemos lo hacemos bien por ser parte de nuestra esencia. De la misma manera, ser responsables con nuestras acciones impacta positivamente a nuestro entorno, lo cual indefectiblemente contribuye a un mejor ambiente para nuestro desenvolvimiento.La disciplina nos permite estructurar nuestro tiempo así como proponer, lograr y medir resultados concretos.

La disciplina, al igual que la responsabilidad, es un hábito, por lo que no nacemos con ella sino que se desarrolla con la práctica diaria. Para algunos es más fácil que para otros, pero no nos exime de hacerla parte de nuestras vidas.

Disciplina no es obsesión o rigidez, sino sencillamente, de nuevo, el respeto a los espacios, los momentos y por sobretodo al tiempo -nuestro y de los demás. Mientras más disciplinados seamos con el uso de nuestro tiempo y el de los demás, con mayor eficiencia tendremos capacidad de generar tiempo libre y de calidad.Si estamos dispuestos a vivir de esta manera, entonces estamos listos para pensar en el segundo gran paso: La idea.La idea, ¡uy!

¿Cómo generar una idea que sea única, que genere ingresos, que haga feliz a mucha gente, pueda crecer y auto-transformarse creativamente con el tiempo, que me saque de la esclavitud de ser empleado, me dé la oportunidad de ser mi propio jefe, me dé tiempo libre, y pueda sostenerse sin que la competencia me importe?

¡uy!Si comenzamos a hacer el “check-list” muy probablemente tengamos que regresar al paso de la auto-confianza y de vencer el miedo si la angustia no nos deja pensar con cabeza clara. Así como para tener pasión, confianza y/o valentía no existe una receta o un libro mágico de auto-ayuda, mucho menos encontraremos las grandes ideas escritas en los libros, seminarios, o en un postgrado de Finanzas.

Claro, no estamos diciendo que la educación y la formación no sean importantes, de hecho, nos proveen “Las Herramientas”, pero la idea es tan fundamental y subjetiva -pero a la vez pragmática- que puede llegar a ser “la idea millonaria” o sencillamente “una mala idea”.

Mi opinión muy personal es que no hay idea mala sino “ideas desaliñadas”.(continuará…)

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